La rueda y los clones
El conjunto
de mil mini clones que no aprenden a hablar y la esperanza sobre ruinas de que
valga la pena.
Un fantasma
y un pasamano, una rueda sin tachuelas en los pies.
Sigo creando razones que solo generan despliegues en bosque,
que dan certezas de soledad. Donde toques la yema de los dedos estaré, me
quedare cuando todos se vayan, jugare con los hilos de por no saber perdurar.
Cuando caes en la cuenta que las monedas que giran vuelven
al mismo lugar, cuando no da dos pesos la rutina. Idas y vueltas, ejercicios de
afianzar lo conocido, lo que no pica, lo que mantiene el letargo.
Una y mil veces más la pared estará al frente y el espejo detrás,
que no se puede cruzar porque el conejo blanco nunca existió. Porque si soy vos
y vos sos él, todos somos lo mismo y este carrusel nunca se detiene, que frenéticamente
empatiza con la angustia y melancolizar se vuelve autopista, se vuelve carne y
uña, y sobre todo una vez cada cierto tiempo.
Repito patrones de distancia y boca cerrada, no entran
moscas ni ningún color, no entran balas ni cariño, no mueve ni un metro y la
rueda no para de girar.
Así, por lo menos, el miedo es velo y el velo es mejor que
la realidad, porque en la realidad no hay nada.
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